OCTUBRE
2012.
INICIO.
A principios del siglo XIX las hermanas Maria Pía y
Martirio se disputan el amor del apuesto y sensual Ignacio Amezcua,
un caza fortunas enloquecido por la belleza de Maria Pía, la
menor, a quien Don Efigenio Curiel, su padre, desea proteger por
sobre todas las cosas y alejarla de ese malhechor, cegado por las
perversas calumnias de la malvada Martirio, quien en secreto odia a
su hermana y está enamorada de Ignacio, por lo que el severo
Efigenio arregla el matrimonio de su hija menor con el importante
hacendado Domingo Alburquerque, quien está terriblemente obsesionado
con la inigualable belleza de la muchacha, a quien Martirio convence
de que Ignacio no vale la pena ya que no tiene la dote de su
prometido ni tampoco es de su misma índole social, tendiéndole una
trampa para que se decepcione de él. Así pues Maria Pía se casa
con el poderoso Domingo, quien la lleva a vivir a El Calvario, su
hacienda, lejos de su ciudad y familia, en la pequeña comarca
llamada Cielo Abierto mientras que lleno de dolor y frustración
Ignacio se hunde cada vez más en la tristeza y el alcohol, situación
que Martirio aprovecha para seducirlo y hacerlo suyo, llevándoselo a
la cama en medio de la confusión. Aún más confundido por lo
sucedido, cuando ella le exige que le corresponda pues se ha
entregado a él, Ignacio le deja claro que él siempre amará a su
hermana, Maria Pía, aumentando así el rencor de la muchacha hacia
su hermana, quien vive una vida de soledad al lado de Domingo y con
la imagen y sensualidad de Ignacio en el corazón, sin sospechar que
por la ayuda monetaria de Martirio Ignacio se vuelve el amante de
ésta, quien descubre estar embarazada y trata de obligarlo a que se
case con ella bajo amenazas ante su rechazo pues lo ama perdidamente
pero él, atormentado por los recuerdos de su amada Maria Pía,
aunque promete casarse, el día de la boda deja plantada a Martirio
en la iglesia por lo que Efigenio se encarga de buscarlo por cielo
mar y tierra para obligarlo a responder por la honra de su hija sin
éxito alguno pues Ignacio jamás aparece. Es entonces que el
ofendido padre pone una golpiza feroz a su hija mayor, descargando
toda su ira sobre ella culpándola de avergonzarlo ante todos y
advirtiéndole que nadie en la ciudad debe enterarse de su deshonra:
Que ella espera un hijo bastardo, por lo que la manda a refugiarse a
la hacienda de Domingo, suplicándole al hombre que, en cuanto su
hija mayor de a luz la mande de regreso a casa pero sin el hijo
bastardo que haya parido, el cuál él y Maria Pía deberán quedarse
y criar como si fuera suyo. Domingo acepta las condiciones de
Efigenio pero Martirio no quiere deshacerse del hijo que espera pues
será el fruto de su amor por Ignacio, el único hombre al que ha
amado en su vida aunque éste la haya abandonado. Con llanto, no deja
de maldecir a todos, culpando de todas sus desgracias a Maria Pía
hasta que al paso de unos meses da a luz a un niño mientras que
Maria Pía, enfermiza, descubre que también espera a su primer hijo,
llenando de gozo a Domingo quien le jura que desde ese momento serán
felices pues con dos recién nacidos la hacienda se llenará de
alegría. María Pía, bondadosa y preocupada por su hermana, promete
a Martirio que cuidará de su criatura como si fuera propia, con el
mismo amor, sin saber que ésta tiene en mente llevar a cabo un plan
perverso para que no la separen de su hijo mientras que, la criada de
confianza de la hacienda, Jovita, advierte a Maria Pía del peligro
que corre su matrimonio teniendo a su hermana viviendo bajo el mismo
techo, ya que la ha visto tratando de seducir a su marido.
Maria Pía hace omisión de lo que la criada le ha dicho pues está
asegura que Martirio es buena y Domingo incapaz de engañarla pues la
ama con profunda y total pasión. Nadie sospecha que la malvada
Martirio acude a una bruja para obtener una pócima para terminar con
la vida de su propia hermana y la criatura que espera ya que desea
ser la nueva esposa de Domingo para así darle un apellido y un padre
a su hijo bastardo. Es cuando decide que no se separará de Maria
Pía, que la cuidará durante su embarazo, dándole en las comidas
ese veneno que poco a poco la extinguirá, enfermándola aún más y
haciéndola ver cada vez peor, causando esto gran tristeza a Domingo,
a quien Martirio no pierde el tiempo para consolar jurándole que
ella siempre estará a su lado. Confiesa que durante todo el tiempo
que ha pasado en la hacienda con el trato se ha enamorado de él,
siendo descubiertos por la sirvienta y circunstancia de la que se
entera Efigenio cuando hace una visita a sus hijas y la misma Jovita
se lo dice, preocupada, por lo que lleno de rabia el hombre
nuevamente se enfrenta a su hija mayor, quien descaradamente acepta
que por su hijo hará todo lo que esté en sus manos así tenga que
deshacerse de su propia hermana.
Efigenio trata de llevarse a
Martirio con él pero ésta se niega y pide a Domingo y Maria Pía
que aboguen por ella pues no desea vivir bajo el yugo de su padre,
quien entonces la desconoce como hija y la culpa de ser la
responsable de la enfermedad de su hermana. Domingo intercede por
Martirio y se enfrenta a su suegro quien le asegura que si algo le
sucede a Maria Pía o al hijo que ésta espera él será el único
responsable. Martirio no hace más que llorar y agradecer
hipócritamente a Maria Pía por ser buena con ella para más tarde
seducir a Domingo y revolcarse con él haciéndose la ingenua
mientras Efigenio regresa a la ciudad decidido a cambiar su
testamento, desconociendo a Martirio como su hija, mientras que Maria
Pía, cada vez más grave, le pide a su esposo que en caso de que él
desee rehacer su vida cuando ella muera, lo haga con su hermana, la
cuál está sola y se encuentra desprotegida, necesitada de alguien
como él. El infiel marido le promete que así será y al
comunicárselo a su cuñada, ésta lo besa apasionadamente y jura
para si misma que Maria Pía morirá.
Al
paso de unos meses Maria Pía da a luz una preciosa niña a la que
nombra Abigaíl, desilusionando a Domingo, quien deseaba un
primogénito varón. Martirio lo convence de que cuando su hermana
muera y ellos se casen, su pequeño vástago, Dimitrio, será para él
como un hijo primogénito, consolándolo sin que los dos sospechen
que Maria Pía se encuentra en mejoría según el doctor Belisario
Escobar, quien descubre que la muchacha ha estado bebiendo una
sustancia venenosa. Cuando Martirio se entera de ello, le prohíbe a
Belisario que diga una sola palabra a Domingo, quien se encuentra
entristecido por el estado de su esposa. El doctor insiste que es
importante que el hombre sepa la verdad acerca del mal que aqueja a
su mujer pues cualquier criado podría estar envenenándola sin
embargo Martirio se las ingenia para que el hombre calle y lo despide
de la hacienda pero Jovita lo alcanza para pedirle que le diga la
verdad a Domingo pues sospecha que es la misma Martirio quien está
matando lentamente a su hermana por lo que advierte a Maria Pía de
la maldad de ésta pero la muchacha se niega a creerlo. A pesar de
ello Belisario cita Domingo para advertirle que de pronta mejoría
Maria Pía está al borde de la muerte por el envenenamiento pero no
logra hacerlo pues en el camino es asaltado por Silverio, empleado de
confianza de Domingo, a quien Martirio le ha pagado por el favor
mientras Maria Pía descubre las intenciones de ésta y llorando le
exige que le diga porqué le ha estado haciendo daño. Martirio se
desenmascara y le confiesa a Maria Pía cuanto la odia por haberle
arrebatado siempre todo: Las caricias de su madre, la admiración de
su padre y el amor de Ignacio, el único hombre al que ella ha amado,
jurándole que su hija sufrirá por todo el daño que ella le hizo en
vida y que jamás descansará hasta verla arrastrarse como un gusano.
Maria Pía se encuentra débil, intenta salir de la habitación para
advertir a su marido pero Martirio, dispuesta a salirse con la suya,
la detiene y se encarga de asfixiarla con una almohada pues teme a
ser descubierta. Maria Pía muere llenando de dolor a Domingo, quien
ha perdido al amor de su vida. Martirio le envenena el alma al
hombre, haciéndole creer que fue la recién nacida la única
culpable de la muerte de Maria Pía, pues al nacer solo causó más
enfermedad a su madre por lo que Domingo desprecia a la pequeña
Abigaíl a pesar de las súplicas de Jovita para que no desprecie a
su hija.
Al
enterarse de la repentina muerte de Maria Pía, Efigenio aparece en
la hacienda “El Calvario” para enterrarla y dar el pésame a su
yerno y conocer a su nieta legítima. Jovita, quien se entera de que
Martirio ha sido la amante de su cuñado durante mucho tiempo y
espera un hijo de él, le cuenta todo al hombre demostrando así que
Martirio es la culpable de todo el sufrimiento que embarga a la
hacienda. Efigenio, lleno de dolor y coraje, se enfrenta a su hija, a
la que desea llevarse con él para así liberar a su yerno de cargar
con ella y toda la maldad que la envuelve, sin embargo Domingo se
niega rotundamente y la pide como esposa pues esa fue la voluntad de
Maria Pía y él está seguro de que la Martirio será una buena
madre para Abigaíl. Esto desata que Efigenio descargue su ira sobre
su hija, a la que maldice. Asegura a Domingo que ella es mala, que no
lo hará feliz, pero el hombre ya se encuentra embrujado y se casa
con Martirio, reconociendo así al hijo de ésta como su primogénito,
dejando a la pobre Abigaíl, a la cuál desprecia, bajo el cuidado de
la nana Jovita.
Pasan
once años y Abigaíl es una niña enfermiza que sufre el desprecio
de su padre y tía, así como las burlas de su primo Dimitrio, pero
eso no impide que ella y su hermana menor, Valentina, sean grandes
amigas, aunque la menor no comprenda porqué su hermana coma con la
servidumbre en vez de hacerlo con la familia. Sin embargo esa
situación no hace ningún daño a Abigaíl, quien ha crecido
acostumbrada a ello bajo el cuidado de Jovita, ante la cuál lamenta
no tener el amor de su padre, tal como lo tiene la consentida
Valentina.
Belisario
descubre algo extraño en la espalda de Abigaíl y teme a que sea una
malformación. Domingo comienza a preocuparse por su hija pero
Martirio impide que gaste dinero que no tienen en la salud de la
pequeña. Las cosas empeoran cuando Domingo enferma gravemente
llenando de dolor a sus hijos, quienes temen a que muera ya que sus
medicamentos son demasiado costosos y su fortuna, la cuál ha gastado
en complacer exigentes y caros caprichos de Martirio, se termina al
mismo tiempo que él. Lo vende absolutamente todo con tal de
recuperarse y se lo hace saber a Martirio, a quien le pide que venda
la hacienda pues es lo último que les queda. La mujer llora
amargamente pues siempre se ha desenvuelto en un ambiente cómodo por
lo que se niega y acude a Efigenio, al que le suplica que, si aún la
quiere como hija, la ayude y le herede en vida lo que le heredará
cuando muera. Efigenio no hace más que burlarse de ella jurándole
que pronto pagará por sus errores y por la muerte de Maria Pía y su
castigo será estar condenada a la pobreza. Martirio le asegura que
esa misma pobreza arrastrará a Fortunata, la hija de Maria Pía, mas
Efigenio está seguro de que la inocente muchacha no correrá con la
terrible suerte de Martirio y sus vástagos, a los que maldice.
Martirio confiesa a su padre todo el odio que siente hacia él pero
su boca se cierra cuando Efigenio le dice que él sabe el paradero de
Ignacio Amezcua y se niega a decírselo afirmándole que nunca
volverá a ver al hombre al que tanto amó y que solo tuvo ojos para
su hermana Maria Pía. Martirio llora en su soledad y desea que su
padre muera por haberla despreciado tanto y haber querido más a su
hermana menor.
Jovita
teme por el futuro de Abigaíl y habla con Belisario, quien le dice
que a Domingo le queda muy poco tiempo de vida por lo que la
sirvienta, preocupada, habla con el moribundo padre, quien a su vez
pide hablar con Abigaíl, a quien con llanto le pide perdón por el
mal trato que le haya dado culpándola de algo de lo que es inocente.
En ese momento se rompe la fría relación entre padre e hija.
Aconsejado por Jovita, Domingo deja ante el notario lo único que
tiene, su hacienda, a nombre de su primogénita, a quien abraza y
ante la que llora, muriendo aferrado a ella. Al descubrir tal escena
Martirio no deja de culpar a la niña por la muerte de su padre y
asegura que la mandará a un hospicio, pues es a donde pertenece al
haber quedado huérfana. Esto causa que Jovita se enfrente a la
mujer, quien la corre, pero la sirvienta se niega a irse y la acusa
de haber causado la enfermedad de Domingo y la muerte de Maria Pía,
amenazándola con decir la verdad a Don Efigenio, quien seguramente
hará algo para ponerla en su lugar. Ante tal osadía Martirio no
tiene más opción que permitir que Jovita permanezca en la hacienda
segura de que cuando tenga todo en su poder podrá deshacerse no solo
de la sirvienta, si no también de su sobrina, pero al leerse el
testamento se lleva una terrible sorpresa: La hacienda ha quedado a
nombre de Abigaíl y tanto la egoísta y ambiciosa Martirio como sus
hijos han quedado absolutamente desprotegidos, sin embargo a la mujer
se le ha nombrado albacea hasta que Abigaíl se case por lo que la
malvada mujer piensa despojar a la inocente criatura de todo, sin
contar que, al paso de unos meses, Efigenio también muere dejando en
su testamento como única heredera precisamente a Abigaíl, a la que
reconoce como su única familia, acrecentando con esto aún más el
odio que Martirio siente hacia su sobrina, de la que jura hará de su
vida un infierno y jamás hará saber de la fortuna que posee, pero
no cuenta con que su padre ha puesto a Belisario al tanto de todo por
lo que éste exige a Martirio que le ceda la custodia de Abigaíl
para que él se haga cargo de ella pues sabe de las intenciones de la
mujer. Martirio acepta y promete al doctor que le entregará a la
niña pero más tarde Belisario es asesinado por Silvestre, empleado
de confianza de Domingo a quien Martirio ordena que le ponga fin a
semejante situación.
Muchos
años después, a pesar de que Abigaíl es una hermosa doncella, en
su espalda se ha logrado una ligera malformación que la hace
sentirse terriblemente fea y que es causa de burlas de Martirio,
quien le asegura que nunca nadie pondrá los ojos en un ser tan
espantoso como ella, por lo que siempre será única y exclusivamente
la sirvienta de la hacienda, recordándole que al morir su padre no
le dejó absolutamente nada. Abigaíl sufre pues sabe que en el fondo
lo que su tía le dice es totalmente cierto y a demás debe padecer
las ofensas de Dimitrio, su primo, quien se ha convertido en el
administrador de la hacienda y no desperdicia ningún momento para
despreciarla y burlarse de ella ante los demás. Sin embargo eso no
le impide soñar en que un día, con el amor de Hermilo Vargas Lugo,
joven apuesto y preparado también en el extranjero, del del cuál fe
amiga en la infancia y al que prometió que se casarían cuando ambos
crecieran, regrese pronto para casarse con ella. Jovita deshace su
nube de sueños cuando le recuerda que ese muchacho es hijo del
malvado Leoncio Torrealba y seguramente es igual a su padre. También
le anuncia que ese muchacho pronto regresará del extranjero.
Martirio las sorprende y le exige a su sobrina que no se haga
ilusiones pues ella nunca se casará, llenándola de pena. Jovita
sufre por el trato que dan a la muchacha y aunque sabe la verdad de
todo vive amenazada por Martirio, quien le ha jurado que si induce a
Abigaíl para que se case y así obtenga su hacienda la propia
muchacha pagará con su vida. A Jovita no le queda más que
desahogarse con el padre Zacarías, a quien cuenta todos sus
tormentos y los de Abigaíl, quien siempre es enviada a recoger
legumbres al huerto de el Calvario, temerosa, pues en ese lugar
siempre es sorprendida de manera violenta por Leoncio Torrealba, un
enriquecido hacendado que desde hace mucho tiempo atrás desea
poseerla, obsesionado con su belleza. El malhechor la sorprende de
nueva cuenta e intenta besarla prometiéndole que si porte bien con
él puede tener todo lo que Martirio siempre le ha negado. Ello lo
golpea en la cabeza y escapa mientras el hombre la maldice y jura a
su fiel empleado, Calixto, que esa muchachita virginal y asustada,
tan salvaje como un animalito, será suya tarde o temprano. Mientras,
asustada, dentro de la hacienda, Abigaíl se calma por el susto. No
le dice a Jovita lo que acaba de suceder a pesar que la mujer lo
sospecha.
Martirio
exige a su consentido hijo Dimitrio que haga todo lo posible por
casarse con Medarda Demarín, quien heredará a Leoncio y recibirá
una buena dote por parte de éste cuando se case. Madre e hijo saben
que esa muchacha está enferma y están dispuestos a todo con tal de
sacar ventaja.
En
una embarcación procedente del viejo mundo Valentina, convertida en
una hermosa muchacha, vive un tórrido romance con el apuesto
Leobardo Alcázar, un hombre de mundo, soltero, quien le asegura que
en ella ha encontrado a la mujer de su vida. La muchacha se enamora
perdidamente y se emociona cuando él le pide que sea su esposa. Ella
acepta, feliz, y llega a casa siendo el orgullo de su madre, quien la
usa como ejemplo para demostrar a la desaliñada Abigaíl lo que es
ser realmente bella y distinguida. Valentina entrega a su hermana un
hermoso espejo de bolsillo y un vestido precioso para que ambas
salgan a dar un paseo por el pueblo. Tanto Dimitrio como Martirio
solo se burlan de la ocasión y aseguran que la jorobada no puede
salir pues debe atender todos sus deberes dentro de la hacienda.
Martirio rompe el espejo regalado a su sobrina, fingiendo pena y
asegurando que todo ha sido un accidente. Abigaíl llora amargamente
en su habitación y Jovita le pide que sea fuerte y no haga caso de
la maldad de su tía. La pobre jorobada asegura ser muy infeliz y
culpa a Dios por su desventura, pues la hizo hermosa del rostro pero
horrible de lo demás y encima su padre la dejó desprotegida. Jovita
le asegura que eso no es verdad y que aunque no sabe cómo Martirio
repentinamente se hizo de tanto dinero, segura está de que la
hacienda le fue heredada a ella y deben buscar la forma de
demostrarlo, pues el único testigo de todo, el notario del difunto
Domingo, murió misteriosamente al poco tiempo.
Valentina
cuenta a Dimitrio lo dichosa que ha sido su vida en Europa pues ha
sido allí donde conoció el amor. Él le pregunta si por fin ha
enamorado a un conde, un duque o quizás un príncipe y ella le dice
que no, que su corazón le pertenece al hombre más maravilloso del
mundo y con el cuál está más que dispuesta a casarse aunque no sea
de sangre real. Dimitrio le advierte entonces que se ande con cuidado
pues si el hombre, por muy extranjero que sea, no es de abolengo,
Martirio jamás lo aceptará. Es por ello que acude a Abigaíl para
contarle acerca de sus ilusiones y ésta la felicita y le confiesa
estar perdidamente enamorada de Hermilo Torrealba, al cuál amará
toda la vida y con el cuál juró casarse a pesar que sabe que él
quizás no tendrá más ojos para ella cuando descubra su joroba.
Valentina le hace ver a su hermana que es muy hermosa y que cuando se ponga el
vestido que le regaló y salgan a la calle él se morirá por ella.
Las dos se abrazan y Valentina desea que su hermana pronto
encuentre la felicidad al lado del hombre al que tanto ama, pues sólo
de esa manera se liberará de los maltratos de Martirio, la cuál
visita a su gran amiga Angustias de Torrealba, a la que no hace más
que hablar de lo maravilloso que es su hijo Dimitrio, el cuál está
interesado en la dulce hija de la mujer: Medarda, a pesar de que ésta
está gravemente enferma, así como estar interesada en que su hija,
recién llegada de Europa, conozca a su hijo Hermilo. Angustias está
segura de que tanto Martirio como sus hijos son personas decentes
pues las familias se conocen desde hace años mas considera que el
amor no nace por presión de los padres, si no por la ilusión de los
jóvenes. La imprudente Martirio jura que tanto Dimitrio como Medarda
se gustan y ella está enamorada de él desde que eran unos niños.
La dulce Medarda interrumpe y asegura a su madre que es verdad y que
nada la haría más feliz que ser la novia de Dimitrio. Angustias
habla seriamente con su hija, a quien dice que ella se encargará de
convencer a Leoncio para que éste la case y le de una buena dote.
Por su parte Medarda le hace saber la buena nueva a Dimitrio, quien
habla con su madre y ambos creen que las cosas les saldrán a la
perfección pues cuando Medarda muera él la heredará y entonces
tendrán demasiado dinero.
NOVIEMBRE
2012. En el viejo mundo, Renato Quintero de
Icaza es un nuevo torero que ha decidido dejar España para volver
con su familia a la ciudad de México, lugar en el cuál hará
temporada taurina, afición que ha causado sensación en Sevilla y
que se ha convertido en gran entretenimiento en su país. Un gran
aficionado de las corridas es el sensual Hermilo Torrealba, quien
también regresará a casa después de muchos años en el extranjero,
seguro de que se casará con Abigaíl, a quien no ha olvidado desde
que era un niño.
Llena
de esperanza en que su suerte cambiará muy pronto, Fortunata sueña
en casarse con Hermilo sin sospechar lo que el destino ya tiene
reservado para ella: Un calvario lleno de lágrimas.
Leoncio
visita en el burdel del pueblo a Hipólita Gálvez, La Gavilana, su
amante, a la que él trata de besar recibiendo negativas por parte de
ella pues no quiere tener nada más que ver con él harta de sus
promesas no cumplidas. Él trata de obligarla pero ella lo amenaza
con un cuchillo. Entonces él se violenta y la obliga a ser suya
asegurándole que si se empeña en dejarlo todo Cielo Abierto se
enterará de la verdad que ambos esconden desde hace muchos años.
Hipólita no tiene más remedio que entregarse a él, quién tras
terminar se marcha furioso del lugar. A Hipólita acude Olinca, la
dueña del burdel, quien le pide que ya deje de meterse en problemas
con ese hombre pero Hipólita cree que el hombre está clavado en su
corazón.
Martirio
habla con Valentina, a la que anuncia que se casará con Hermilo
Torrealba. La muchacha se niega pues asegura estar enamorada de otro.
Martirio enfurece y exige a su hija que le diga quién es ese hombre
del que está enamorada y ante su negativa la abofetea asegurándole
que no permitirá que se case con nadie más. Abigaíl interrumpe
jurando que ella sí está dispuesta pues desde la infancia está
enamorada del muchacho. Martirio no hace más que burlarse de su
sobrina asegurándole que Hermilo jamás podría amar a un ser tan
repugnante como ella. Abigaíl llora amargamente en los jardines de
su hacienda y es consolada por Jovita, quien la quiere sinceramente y
le aconseja que solo piense en la felicidad que tendrá en cuanto se
case con Hermilo mientras Martirio exige a Valentina que se prepare
para casarse con el muchacho a pesar que ella le ruega que no sea
cruel y ayude a Abigaíl a tener un poco de felicidad en la vida.
Martirio confiesa a su hija que para Abigaíl ya tiene un destino: El
ser solamente la criada y no casarse jamás pues la odia por sobre
todas las cosas por ser hija de Maria Pía y también por haberle
arrebatado todo en la vida, al igual que su madre.
Los
Quintero De Icaza son una poderosa familia que se ha instalado en una
imponente finca llamada “Los Areneros” cerca de la pobre hacienda
“El Calvario”. A ella han llegado a vivir Antonio y Macarena, un
matrimonio feliz que tras su regreso de España han decidido
dedicarse a la crianza de toros y con ello a la fiesta taurina que en
el viejo continente es todo un suceso. Junto a ellos llega a vivir
Doña Gertrudis De la Roquette, Baronesa de Demarín, su tía. Una
mujer conocedora del mundo y defensora de la justicia y también
Teresita Del Niño Jesús, hija del matrimonio y la cuál aba de
enviudar y Almudena, sobrina del matrimonio y quien está
comprometida para casarse con Renato. A Antonio le interesa la enorme
y descuidada hacienda El Calvario por lo que habla con Martirio para
ofrecerle una fuerte suma de dinero por ella. La mujer la rechaza y
le hace saber a Leoncio que alguien más tiene los mismos intereses
que él.
Hermilo
regresa a su hogar después de muchos años y no hace más que
preguntar por Abigaíl. Angustias le prohíbe que se acerque a esa
muchacha pues no es para él pero Hermilo recuerda su promesa de
casarse con ella y jura que la cumplirá. Cuando Leoncio escucha eso,
afirma que él mismo se encargará de que su hijo no se case con la
misma mujer que él desea por lo que visita El Calvario y sorprende a
Fortunata en el jardín. Se acerca sigilosamente y la atrapa,
asustándola. La besa asegurándole que en ese momento será suya.
Trata de tomarla por la fuerza pero en ese momento aparece el joven
vagabundo Odín y lo golpea con una enorme piedra, escapando
con Abigaíl. Los dos se refugian en el campo, donde ella agradece al
muchacho, quien es su viejo amigo. Él le cuenta que a “Los
Areneros” ha llegado gente desconocida y que muchos toros se
encuentran allí por lo que van a indagar y son descubiertos por
Antonio, quien trata de reprenderlos pero Gertrudis intercede por
ellos y simpatiza con la jorobada.
Dimitrio
desea apresurar su boda con Medarda, a quien con engañifas estafa
una fuerte cantidad de dinero que se gasta haciendo apuestas junto a
su gran amigo Narciso Rivera, quien es un cínico libertino y vividor
que se hace pasar por un burgués de la más fina sociedad del país
y enamora a la fea y quedada señorita Adelaida García, la adinerada
solterona chismosa del pueblo.
Martirio
reprende a Abigaíl al enterarse que, por su culpa, Odín ha golpeado
a Leoncio, a quien Martirio cura personalmente exigiéndole que casen
a Hermilo y Valentina, quien solo sueña en volver a ver al gran amor
de su vida al cuál conoció en el viejo mundo y pronto llegará a
Cielo Abierto. Ambos villanos hablan de la boda y planean que Hermilo
crea que Valentina es Abigaíl, por lo que juntos planean casar a sus
hijos a cambio de que Martirio le pague al hombre entregándole a su
sobrina.
Odín
le dice a Jovita que Leoncio tiene muy malas intenciones hacia
Abigaíl. Le cuenta lo sucedido en los jardines y Jovita de inmediato
va en busca del hombre al que trata de enfrentar ante Angustias, a
quien aconseja que cuide a su marido si no quiere que un día
aparezca muerto debito a tantos líos de faldas en los que se mete.
Angustias reclama a Leoncio su mal comportamiento y éste la abofetea
y exige que calle pues él como hombre puede andar con cuanta mujer
desee. Medarda, quien presencia la escena, se pregunta si Dimitrio le
dará la vida que su propio padre le ha dado a su madre.
Gudberta,
una vieja alcohólica malhumorada, recibe en casa a Hipólita, su
hija, quien le pide que hablen pero la mujer se niega y la corre,
asegurándole que siente vergüenza de ser su madre. No acepta su
dinero, pues está segura de que ese dinero está sucio, maldito.
Olinca aparece y la enfrenta. Gudberta la acusa de haber llevado a su
hija por el mal camino, a ser una ramera igual que ella.
Hermilo
conoce a Valentina y de inmediato queda maravillado con su belleza y
cree que se trata de Abigaíl. Ella se porta indiferente ante él
mientras que la jorobada trata de ser amable con el muchacho, el cuál
la trata con indiferencia, como si fuera una sirvienta, destruyendo
su corazón. Valentina se siente preocupada por su hermana pues desea
su felicidad a toda costa pero no se puede enfrentar a
Martirio, quien delante de su sobrina presenta a su hija como la
auténtica Abigaíl Alburquerque Curiel, logrando así que Hermilo
caiga hechizado a sus pies diciéndole que ha regresado para casarse
con ella, lastimando severamente a la pobre jorobada, quien se
desahoga en el campo con Odín, el cuál la abraza y le confiesa que
él estaría dispuesto a todo por ella.
Gertrudis
tiene en la memoria muy bien grabado el rostro de Abigaíl y recuerda
que hace muchos años conoció a una muchacha muy parecida a ella:
Maria Pía Curiel. No sospecha que la jorobada es hija de esa
muchacha.
Renato
llega a México y se entera que su familia se ha ido a una finca en
la provincia y decide alcanzarlos. Al llegar al lugar su carruaje es
asaltado y él mismo se enfrenta a los malhechores resultando herido
de gravedad. Es Abigaíl quien lo encuentra en el campo y lo ayuda
llevándolo a la vieja choza de la hacienda donde lo cura junto con
Jovita y Odín. Cuando él reacciona, su corazón queda enganchada al
hermoso rostro de la muchacha, quien se paraliza ante la amabilidad
del fuereño, quien le confiesa estar seguro de no haber visto a una
muchacha tan bella como ella en toda su vida.
Leoncio
no deja de pensar en la belleza de Abigaíl y asegura que aunque sea
muy tarde esa muchacha será para él, pues lo enloquece demasiado,
como nunca nadie lo había enloquecido en la vida.
Martirio
le informa a Valentina de sus malvados planes de casarla el fin de
semana con Hermilo, quien ha enloquecido por su belleza y la muchacha
se revela contra su madre, asegurándole que ella no se casará con
él. Martirio le hace ver que de ella depende el futuro de la
familia, pues nadie sabe que ya no tienen nada de dinero. Dimitrio
apoya a su madre y recomienda a su hermana que se olvide del hombre
al que ama y se sacrifique por ellos. La amenaza con mandar a matar a
Leobardo para que no tenga más remedio que casarse aunque sea por la
fuerza. A Valentina no le queda más remedio y acude a Abigaíl, a
quien le pide perdón por lo que está a punto de hacer por salvar a
su familia.
Antonio
y Macarena reciben con afecto a Renato, quien está dispuesto a
comenzar una jornada taurina en el lugar. Les cuenta que se ha
tropezado con una hermosa lugareña y se lleva una gran sorpresa al
saber que su hermana Teresita Del Niño Jesús se encuentra ya en Los
Areneros y acompañada de Almudena, quien no se le despega un solo
momento y no hace más que recordar a sus padrinos que ella y Antonio
se deben casar como lo prometieron desde que eran unos niños.
Gertrudis discute con Antonio y Macarena respecto a esa situación
mostrando estar en completo desacuerdo.
Martirio
le hace saber a Abigaíl que será Valentina quien se case Hermilo y
que ella podrá estar cerca de él… Como su sirvienta. Abigaíl
estalla, no lo acepta, explota en llanto suplicándole a su tía que
no le haga eso pero Martirio ya está decidida. Entonces la jorobada
le dice que hablará con Hermilo y le dirá que Valentina se casa con
él solo por salvar la fortuna de su familia. Para impedirlo, la
malvada tía Martirio la encierra bajo llave en su habitación.
Jovita exige a la mujer que deje salir a la muchacha pero no logra
nada más que amenazas.
Renato
discute con Almudena, quien desea casarse con él a toda costa. Él
le pide que no lo orille a despreciarla y recuerde que su relación
había terminado desde hace mucho tiempo, antes de que él se fuera
del país. Almudena llora y le asegura amarlo y no poder evitarlo. De
rodillas le pide que le de una oportunidad y él no tiene más
remedio que aceptar.
Los
Torrealba se presentan en El Calvario para pedir la mano de Abigaíl.
Es Martirio la más feliz en la reunión en la que Dimitrio aprovecha
para pedir la mano de su amada Medarda sorprendiendo a Leoncio, quien
le pregunta con qué la va a mantener si solo se dedica a la pobre
administración de la perdida hacienda de su madre. Martirio
intercede por su hijo pero Leoncio parece estar en desacuerdo
causando terrible pena a su hija. Por su parte Hermilo pregunta por
Valentina y Martirio y Dimitrio le dicen que la muchacha sigue de
viaje por Europa. Entonces pide la mano de la falsa Abigaíl, la cuál
le es concedida con gusto. Valentina luce triste y llora. Miente al
decir que es por emoción ya que se enamoró de Hermilo desde que
eran unos niños y jugaban en el campo. Hermilo le hace preguntas
secretas entre ellos, de su infancia y la muchacha no sabe qué
contestar pero Martirio, Angustias y Leoncio se las ingenian para que
no sospeche del engaño mientras que ante el llanto desesperado de
Abigaíl, Jovita consigue abrir la puerta de la habitación y le
aconseja a la muchacha que vaya a impedir que Valentina y Hermilo se
comprometan. Abigaíl está decidida a hacerlo y lo intenta pero
Dimitrio la retiene, sin embargo escapa y apresurada llega al salón
donde al ver a Hermilo besando a Valentina su corazón se desmorona
al verlo tan galante y a ella tan hermosa. Considera que quizás el
que ellos se casen y ella se resigne a perderlo para siempre sea lo
mejor. Hermilo se topa frente a frente con ella y la trata con
frialdad, como a toda servidumbre. Valentina defiende a Abigaíl y él
le segura que no puede defender a una coja que no es nada más que
una sirvienta, a la que Martirio presenta como Inmaculada, la
sirvienta. Abigaíl sale corriendo de la hacienda acudiendo al campo
a llorar amargamente y allí es de nuevo sorprendida por Renato,
quien le ofrece su pañuelo y la escucha. Él le asegura que si
Hermilo no fue para ella es porque quizás el destino le tiene
reservado a alguien mucho mejor. Alguien que la ame justo de la
manera y forma que es. Sin podérselo explicar Antonio comienza a
sentir ternura hacia la muchacha, a la que monta en su caballo y
lleva a una playa cercana, donde ambos contemplan la luna. Allí él
descubre que Abigaíl tiene una joroba.
Macarena
y Teresa piden a Almudena tener paciencia con Renato pues éste viene
de un mundo en el que las cosas son completamente distintas y por lo
tal teme a la formalidad de un compromiso matrimonial. Almudena con
llanto asegura que si él nuevamente la desprecia ésta vez se
olvidará de él para siempre.
Valentina
pide a Abigaíl que la perdone por acceder a las infamias de Martirio
y le jura que no desea casarse con Hermilo pues ama a otro hombre.
Abigaíl no cree en lo que le dice su hermana. Valentina entonces le
pide que el día de la boda, sea ella, la misma Abigaíl, la que vaya
al altar de la Iglesia y se case con Hermilo, para así darle un
escarmiento a Martirio. Las dos hermanas se abrazan.
Hipólita
le pide a Gudberta que hablen, pues necesita de su ayuda y desea
alejarse de Leoncio. Gudberta le asegura a su hija que al haberse
arrojado al mal camino de pecado y el hecho de haber deshonrado a su
familia al volverse la amante de ese hombre, siempre la perseguirá
hasta consumirla en el infierno.
Martirio
corre a Jovita de su hacienda y ésta se niega a irse. Dimitrio
interfiere y le exige a la nana que se marche. La vieja sirvienta
jura que, si la echan de la hacienda, Hermilo se enterará de la
verdad y de cómo se han cometido tantas infamias contra Abigaíl, la
cuál ha sido tratada como sirvienta pero en realidad tiene derecho a
la hacienda que una vez perteneció tanto a su padre como a su madre.
Martirio jura que Jovita es una piedra en su camino. Una piedra de la
que se tiene que deshacer.
Tempranamente
Renato cabalga por el campo y se topa con Abigaíl, a la cuál trata
con dulzura. Le pregunta si ella es la sirvienta del Calvario y
entonces ella le dice que no, si no que es la hija mayor del dueño,
el cuál murió hace muchos años. El buen hombre observa
detenidamente a la muchacha y descubre que a pesar de vestir
desaliñadamente es muy bonita. Se lo dice y ella se sonroja.
Apenada, se echa a correr, alejándose mientras él sonríe por su
inocencia. Se encuentra a Odín, quien asegura conocer a Abigaíl y
cuenta a Renato la triste historia de la muchacha.
En
la iglesia del pueblo los Alburquerque y los Torrealba acuden a misa.
Allí, en la iglesia, conocen formalmente a los Quintero de Icaza. De
inmediato la ambiciosa Martirio se pone a disposición de la
notoriamente opulente familia, despertando simpatía en Antonio pero
no así en Macarena. Es el padre Zacarías quien los presenta a todos
y asegura que tanto Martirio como Leoncio son los cristianos más
dadivosos de la región. Los aires cambian ante la presencia de La
Gavilana y Olinca, quienes con sarcasmo se presentan y aseguran que
las puertas de la casa de Dios están abiertas para todos. Cuando las
mujeres se van, Adelaida no hace más que hablar de ellas y poner a
Macarena al tanto de los chismes del pueblo.
Gudberta
echa las cartas y en ellas ve el futuro de Hipólita. Llora y sufre
por el mal destino que espera a su hija mientras no deje la
prostitución y se vaya lejos, donde La Gavilana no sea conocida y
ella pueda rehacer su vida.
Almudena
reclama a Renato el no acompañarla a misa. Pelean y entonces
él le dice que lo mejor será que regrese a la ciudad al lado de sus
padres. Almudena está decidida pero Macarena le hace ver que si se
marcha entonces sí perderá a Renato para siempre. Le aconseja que
se las ingenie para enamorarlo y así él acepte casarse con ella,
mientras que Renato habla con Gertrudis acerca de Abigaíl. Le cuenta
lo bonita que es y lo que ha padecido al vivir con su malvada tía.
Son descubiertos por Macarena, quien al escuchar el nombre de
Martirio, Gertrudis la recuerda y asegura que desde que la vio en la
iglesia no le dio buena espina.
Jovita
se sincera con Valentina y le aconseja que si no ama a Hermilo
entonces no se case con él. Le entrega una carta. Valentina confiesa
estar enamorada de un hombre que pronto llegará por ella. Jovita le
pide que entonces luche por ese amor y no se deje llevar por las
amenazas de su madre. Dimitrio las sorprende y asegura a Jovita que
si sigue metiendo las narices donde no la llaman le puede ir muy mal.
Mientras, Valentina abre la carta que Jovita le entregó y feliz
abandona El Calvario para encontrarse con Leobardo, su gran amor,
siendo sorprendida por su hermano Dimitrio, quien da a Martiria una
terrible sorpresa: Leobardo Alcázar, el novio de Valentina, ha
llegado a Cielo Abierto y ella se encuentra con él.
Abigaíl
llora desesperadamente por su destino y le hace saber a Odín que
quizás lo mejor será escaparse de la hacienda y no regresar jamás.
Zacarías
se entera de lo que acontece en la hacienda El Calvario y cree que
debe detener a Leoncio y Martirio, quien habla con él y le asegura
que si intenta decir la verdad a Hermilo entonces Abigaíl pagará
las consecuencias. El sacerdote se marcha y Valentina lo alcanza. Él
la convence de que diga la verdad y ella intenta hacerlo pero él no
la deja y la besa apasionadamente asegurándole que ella es tal como
él la imaginó todo el tiempo en que dejaron de verse y que la ama
desde que son unos niños.
Almudena
hace un berrinche por el desamor de Renato y tanto Macarena como
Antonio reprenden al hombre, a quien tratan de convencer de que esa
muchacha es la que le conviene. Renato explota ya segura que él no
ama a Almudena y jamás se casará con ella. Doña Gertrudis lo apoya
y al hablar con él éste le dice que a pesar de la deformación
física que la muchacha tiene, él no puede dejar de pensar en
Abigaíl.
DICIEMBRE
2012. Angustias siente demasiada culpa por el
engaño a Hermilo y junto con Medarda cree que lo mejor será decirle
la verdad al muchacho. Leoncio advierte a su mujer que si abre la
boca la matará pues Hermilo y Valentina deben casarse para que
Abigaíl se olvide de una vez por todas de él. Angustias acorrala a
su marido hasta que éste le confiesa que sí: ¡Siente demasiada
atracción hacia Abigaíl y no descansará hasta hacerla suya!
Angustias llora amargamente y culpa a Abigaíl del desamor de su
marido y del engaño a su hijo para que éste no ame a una jorobada.
La maldice y le desea lo peor.
Valentina
es sorprendida en su habitación por Leobardo, al que se alegra de
ver. Él le asegura que ha ido por ella para que se casen y puedan
ser felices. Ella llora y le dice que eso no puede ser confesándole
los perversos planes de su madre. Él le asegura que a él no le
importa y que se la robará. Ambos hacen el amor y son descubiertos
por Martirio, quien se aterra al ver al hombre, al cuál reconoce,
así como él la reconoce a ella por lo que ambos se enfrentan y ella
lo corre. El hombre se va pidiéndole perdón a Valentina, quien
llora y exige a su madre que le de una explicación. Martirio le
asegura a su hija que es lo mejor que pudo pasar, pues ella pronto
será la esposa de Hermilo.
Medarda
está decidida a casarse con Dimitrio, quien le aconseja que amenace
a su padre con decirle la verdad a Hermilo. Asombrado por el
atrevimiento de su hija a Leoncio no le queda más que aceptar que
ésta se case con Dimitrio.
Abigaíl
se refugia en el campo alarmando a todos en El Calvario, donde Renato
la busca. Es él quien se encarga de buscarla hasta encontrarla. Ella
le asegura que no desea regresar a la hacienda donde ha sido
demasiado infeliz. Le cuenta toda su historia y él siente compasión
por ella por lo que decide ayudarla y la lleva con Doña Gertrudis,
quien asegura que ayudará a la muchacha y hablará con Martirio.
Martirio
se encuentra con Leobardo, a quien con lágrimas le exige que le diga
porqué la plantó en el altar y se ha cambiado el nombre. Leobardo
¡Es Ignacio! ¡El amor de su vida! Y el hombre le confiesa que nunca
la amó pues el amor que sintió hacia Maria Pía fue tan grande que
con nadie pudo reemplazarla hasta conocer a Valentina. Martirio le
asegura al hombre que no permitirá que enamore a su hija, a la que
casará con un importante heredero. Le propone que los dos reanuden
su amor pero Leobardo está más que decidido: Luchará por el amor
de Valentina aunque tenga que decirle la verdad y con ello afecte a
Martirio.
Abigaíl
manda una carta a Valentina, con quien se cita en el pueblo. Allí
ésta le cuenta lo que ha sucedido con Leobardo y le dice que las dos
tienen que intercambiarse el día de la boda con Hermilo, Abigaíl se
niega pues aunque ama a Hermilo por sobre todas las cosas no desea
causarle asco. A demás está segura de que él es engreído y que ha
cambiado mucho en Europa.
Gudberta
habla con Fulgencio en la cantina, y le pide que aconseje a Hipólita,
pues ella no se repondrá de su vida en pecado si no se aleja de
Leoncio. Fulgencio le asegura a la mujer que lo que existe entre la
Gavilana y Leoncio es tan grande como viejo y que sólo ella puede
deshacerse de él, si así lo quiere, mientras que la Gavilana y
Leoncio se besan fuertemente. Él trata de hacerle el amor pero la
mujer se niega por lo que él la obliga para al terminar decirle que
no sirve para nada.
Doña
Gertrudis se presenta en el calvario donde pone en su lugar a
Martirio, a quien asegura tener mucho poder como para despojarla de
todo. También le dice que conoció a Efigenio, su padre, quien le
tuvo mucha confianza y le hizo saber de sus deseos antes de morir.
Martirio se aterra ante lo que Gertrudis sabe por lo que no tiene más
remedio que prometer que Abigaíl recibirá mejor trato de su parte y
dejará de ser una sirvienta de la hacienda. Jovita intercede y
cuenta a Doña Gertrudis lo que Abigaíl ha vivido al lado de su tía
por lo que la mujer le pide que la mantenga informada del trato que
Martirio da a la muchacha. Jovita agradece a Dios que la mujer haya
aparecido en la vida de su niña para ayudarla y da la bienvenida a
Abigaíl con mucha alegría, mientras que Martirio maldice a
Gertrudis y a su sobrina jurando que a ella nadie le arrebatará lo
que por derecho le corresponde. Se desahoga con Dimitrio, a quien le
cuenta lo sucedió y exige que se case lo más pronto posible con
Medarda, pues la heredará en cuanto muera.
Renato
se encuentra con Hermilo, quién lo reconoce y lo saluda. Hermilo lo
invita a la cantina y es allí donde Renato le pregunta si sabe con
quién se va a casar. Leobardo, quien se encuentra cerca, se impacta
al escuchar que Hermilo se casará con ¡Valentina Alburquerque!
Valentina
discute con Martirio, a la cuál le dice que si no acepta que ella y
Leobardo estén juntos, entonces le dirá la verdad a Hermilo.
Martirio la toma de los cabellos y le asegura que si dice una sola
palabra, la mata. Valentina enfurece y le asegura que si la mata,
entonces se quedará sin la gran fortuna de Leoncio, al que le dirá
las verdaderas razones por las que ella quiere casarlos, tanto a
Valentina como a Dimitrio, con Hermilo y Medarda.
Abigaíl
está pensativa. Jovita le asegura que debe armarse de valor y hacer
lo que su corazón le dicte y no sacrificarse por Martirio, la cuál
siempre ha sido injusta con ella. La muchacha cree que si Hermilo se
entera de la verdad entonces se desilusionará. Jovita le asegura a
Abigaíl que el hombre que verdaderamente la ame la aceptará con su
malformación. Cuando la muchacha se expresa contenta sobre Renato,
Jovita cree que ese hombre será el que la haga olvidar a Hermilo.
Valentina
sale en busca de Leobardo, quién le reclama el ser amante del
prometido de su hermana. Ella le asegura que ella no es la amante de
nadie y que todo ha sido una mentira inventada por Martirio y
Leoncio, jurándole que terminará con todo muy pronto. Ambos se
besan fuertemente.
Teresita
del Niño Jesús sufre por su soledad y cree que tras enviudar ningún
hombre pondrá los ojos en ella. Macarena le asegura que no es así y
le propone que den una fiesta para que conozca a muchachos del lugar.
Doña Gertrudis interviene y a la muchacha no le queda más que
aceptar.
Martirio
habla con Leoncio, a quién le dice que la presencia de Leobardo les
estropeará el plan de boda entre sus hijos. Leoncio no evita
burlarse de lo que el supone son las bajas pasiones de Valentina y le
recuerda a Martirio los días en que ellos dos eran amantes, a pesar
de que ella ya estaba casada con Domingo. Martirio le exige que calle
y entonces, por la fuerza, Leoncio la besa. Ella lo abofetea y él no
hace más que reírse y recordarle que siempre fue de hielo y muy
poca cosa como mujer comparada con su hermana Maria Pía. En su
soledad, Martirio recuerda esas palabras y llora frente a un espejo
jurando que siempre odiará a su hermana y ese odio lo descargará
contra su hija Abigaíl.
En
el burdel, Olinca le dice a Fulgencio que Leoncio ha vuelto a
maltratar a la Gavilana, por lo que el hombre acude al lado de la
mujer, a quien reprende por ser tonta y dejarse maltratar. Ella llora
y asegura que a pesar de todo ama a Leoncio.
Renato
no deja de pensar en Abigaíl y asegura a su padre, Antonio, creer
haberse enamorado de ella. El hombre le dice que si él está seguro
de lo que siente entonces luche por ella. Son escuchados por
Almudena, quien de inmediato acude al calvario a buscar a Abigaíl.
Es Silvana la que se presenta como Abigaíl y a cambio recibe unas
fuertes cachetadas. Almudena le exige que se aleje de su hombre si no
quiere tener problemas. Confundida, Valentina cuenta a su hermana lo
que sucedió. Jovita, quien las escucha, le dice a Abigaíl que si
Almudena se ha presentado en la hacienda ha sido porque está celosa
y que sus celos deben deberse a que Renato tal vez esté interesado
en ella.
Hermilo
se encuentra demasiado entusiasmado por su boda. Angustias,
desesperada, le dice que él no puede casarse. Confundido por la
reacción de su madre, el muchacho le pide que le diga qué es lo que
sucede y cuando Angustias está a punto de hablar, Leoncio los
interrumpe y le pide a su hijo que los deje a solas. Leoncio golpea a
Angustias vilmente y le jura que si ella abre la boca o insinúa
algo, acabará con su vida sin piedad. La mujer llora y es consolada
por Medarda, a quien empuja para que se aleje.
Leobardo
y Valentina se aman en la posada donde él se hospeda. Son
sorprendidos por Martirio, quien cachetea a su hija recordándole que
ella ya está comprometida. Valentina defiende el amor que siente por
Leobardo y le asegura a su madre que no se casará con Hermilo.
Martirio le apunta a Leobardo con una escopeta y le jura que si no se
aleja de la vida de su hija, entonces lo matará. Se lleva a
Valentina pero Leobardo las sigue hasta la hacienda, donde discute
con la perversa madre.
Abigaíl
reza en su habitación y le pide a Dios que tenga piedad de todos y
no deje que se cometan demasiadas injusticias. En ese momento escucha
un disparo atroz. Se asusta demasiado.
En
la sala, Valentina llora amargamente y Martirio, furiosa, le asegura
que lo mejor para las dos es que Leobardo saliera huyendo como el
cobarde que es y que jamás vuelva, pues sus planes se estropearían.
Abigaíl y Jovita aparecen preguntando que sucede y Martirio les
asegura que Valentina está lista para casarse. Valentina llora
amargamente en los brazos de su hermana, a quien confiesa ser muy
infeliz.
Pasa
el tiempo y el día de la boda entre Valentina y Hermilo llega.
Valentina, con llanto, se refugia en los brazos de Priscila, a la que
confiesa que no desea casarse pues está enamorada de otro hombre.
Leoncio
habla en privado con Martirio, a quién le recuerda el trato que
hicieron por lo que considera que Abigaíl le pertenecerá
desde el momento en que sus hijos queden casados en un altar.
Martirio promete que así será.
Renato
encuentra a Abigaíl llorando y le pregunta cuál es su sufrimiento.
Ella le dice que está enamorada pero no es correspondida y que teme
por la felicidad del hombre al que ama, el cuál ha sido engañado.
Renato la consuela y le hace ver que quizás el verdadero amor está
ante sus ojos y no lo ha sabido ver. La besa y entonces Abigaíl lo
abofetea y sale corriendo.
Martirio
estalla al no encontrar a Abigaíl en casa. Jovita y Odín solo la
observan haciendo rabietas y sienten compasión por la jorobada,
quien al llegar es reprendida por su tía. Se apresura para vestirse
para la boda y es interrumpida por Martirio, quién le asegura que
ella jamás invitó a la servidumbre a asistir a la boda de su hija.
La encierra bajo llave, causándole un gran dolor.
La
Gavilana visita a Gudberta, quien le exige que se marche de su casa.
Hipólita confiesa estar esperando un hijo de Leoncio y tener mucho
miedo de que él no le corresponda. Gudberta le hace ver que ese
hombre es ruin, perverso, y que jamás reconocerá al bastardo de una
ramera por lo que le aconseja que deje el pueblo y se marche lejos
pero la Gavilana insiste en amar a Leoncio a pesar de todo por lo que
Gudberta se enfurece nuevamente con su ella y le augura que ese
hombre terminará por matarla lentamente.
Leoncio
discute con el padre Zacarías, quién se niega a casar a Hermilo y
Valentina. Con pistola en mano, el hombre le advierte que si no casa
a la muchacha con el nombre de Abigaíl, entonces lo lamentará y no
tendrá vida para contarlo.
En
las afueras de la hacienda Jovita sorprende a Leobardo, quién le
dice que ha regresado para impedir la boda entre Hermilo y Valentina.
Jovita le suplica que no lo haga, pues de hacerlo Martirio y Leoncio
descargarán su furia sobre la muchacha.
La
boda entre Valentina y Hermilo se celebra a pesar de que ella no está
enamorada y piensa en Leobardo. Zacarías cree que debe actuar lo
antes posible y delatar a Valentina, pues la verdadera Abigaíl
Alburquerque existe, sin embargo los casa ante la desafiante mirada
de Leobardo. Valentina llora y Julián la besa. Salen de la Iglesia y
son felicitados por todos los presentes.
Leobardo
desahoga su pena en el burdel en compañía de Olinca, a quién le
dice que la mujer que ama se le ha ido de las manos. Los dos se
emborrachan juntos y hacen el amor.
Jovita
y Odín animan a Abigaíl para que ésta asista a la de boda de
Valentina. Doña Gertrudis se presenta y exige que le digan porqué
Valentina se ha hecho pasar por Abigaíl. Exige que la muchacha sea
liberada por lo que Odín y Jovita aren su habitación y se apresura
para asistir a la recepción de la boda. Al llegar, causa la
admiración de todos los presentes, principalmente de Martirio, quién
se acerca a ella y le exige que se vaya, causando la admiración de
los invitados. Abigaíl insiste en que no se irá y cuando Martirio
le levanta la mano para bofetearla aparece Doña Gertrudis y exige
que se le diga qué es lo que está sucediendo. ¡Abigaíl sujeta la
mano de su tía y grita a los cuatro vientos que ella es la verdadera
Abigaíl Alburquerque! Valentina le suplica a su hermana que calle
pero la jorobada insiste en que todos deben saber la verdad. Hermilo,
confundido, les pide a sus padres que le expliquen lo que está
sucediendo por lo que Martirio interviene y bofetea a su sobrina, a
la que le advierte que si no desiste de cometer tantas locuras, lo
lamentará. Pero Abigaíl está decidida a enfrentarse a todos y Doña
Gertrudis, la condesa de Demarín, la respalda. Hermilo exige que le
digan si es verdad lo que la jorobada dice y tanto Leoncio como
Martirio lo niegan pero la condesa asegura que la boda ha sido una
farsa y que el novio ha sido engañado. Abigaíl se acerca a Hermilo
y llorando lo toma de la mano y le dice que ella es la verdadera
Abigaíl. Él la desprecia y le asegura que por ella no siente más
que repulsión. Martirio goza ese momento en que el corazón de
Abigaíl termina por destrozarse. La muchacha sale corriendo del
lugar y llora amargamente en el cementerio, ante las tumbas de sus
padres.
Ante
tantas intrigas, Valentina reacciona y, nerviosa, confiesa ser una
impostora que se ha hecho pasar por Abigaíl, obligada por su madre y
Leoncio. Hermilo se resiste a creer lo que ha escuchado y sale de
inmediato del lugar, camino al campo, donde se encuentra con Abigaíl,
quién llena de dolor, llorosa, corre, cojeando, apresurada,
escapando de él, quien la detiene y le pide que le diga porqué
jamás le dijo la verdad en cuanto lo vio. Abigaíl no deja de llorar
e intenta besarlo, pero él la rechaza asegurándole que no puede
amarla en esas condiciones, mucho menos al haberse deslumbrado con la
belleza de Valentina. Abigaíl con llanto le pide a Hermilo que le
diga si algún día la podría amar a pesar de ser una jorobada y él
le dice que no. Que él nunca podría amarla tal como es. Ella
entonces se marcha y ambos, a solas, lloran amargamente sus penas.
Martirio
estalla en furia al saber que sus planes no han salido como ella
esperaba. Leoncio le asegura que a pesar de todo ella debe entregarle
a la jorobada.
Los
Quintero de Icaza no pueden creer lo que ha sucedido en la recepción
y Antonio considera que quizás deban regresar a la capital donde la
alta sociedad no es tan asquerosa como la del pueblo. Doña Gertrudis
se niega rotundamente y asegura que en todos lados la alta sociedad
es la misma: Siempre llena de secretos, mentiras y apariencias, de
secretos a voces, de verdades que desean ocultar pero que todos saben
y rumoran a sus espaldas. Decide que se quedará en el pueblo y
Renato decide quedarse con ella a pesar de la oposición de Antonio y
Macarena.
Valentina
sufre por todo lo que ha acontecido. Martirio le exige que sea fuerte
pues a pesar de todo ya se ha casado con Hermilo. La muchacha se
niega, pero su madre insiste en que tiene que hacerlo, pues Hermilo
se ha encariñado con ella, quién debe hacer hasta lo imposible por
seducirlo y enfermarlo de locura de amor.
Leobardo
se entera de lo acontecido y siente que aún hay una esperanza para
que él pueda ser feliz con Valentina. Se presenta en el calvario a
buscarla y allí se enfrenta a Martirio, quien le jura que jamás lo
dejará acercarse a su hija y está dispuesta a contarle la verdad
sobre ellos dos. No sospechan que Jovita los escucha.
En
su noche de bodas, Hermilo desprecia a Valentina, a la que le dice
que, a pesar de estar casados, jamás la hará su mujer. Ella,
entristecida, sale de la hacienda a caminar entre la yerba y tiene un
encuentro con Leobardo, quien la besa y le asegura que nadie podrá
alejarlo de ella, mientras que Valentina le pide a su amante que
acepte la propuesta de Dimitrio de trabajar con él pues solamente
así podrán estar juntos.
Martirio,
dolida por las palabras de Gertrudis, encierra a Abigaíl en un
cuarto, bajo llave, asegurándole que no la dejará salir de ese
lugar en mucho tiempo. Da ordenes de que se le de poca comida.
Leoncio
habla con su fiel criado, Calixto, al que asegura que tarde o
temprano Abigaíl será suya pues está dispuesto a hacer hasta lo
imposible. Son sorprendidos por Angustias, quién le hecha en cara a
su marido demasiadas desgracias. Leoncio confiesa a su mujer las
fechorías que ha cometido a lo largo del tiempo por lo que dispuesta
a proteger a su hijo lo amenaza con una pistola y le jura que en ese
momento confesará la verdad a Hermilo. Leoncio la provoca hasta que
enfurecida la mujer le dispara. No logra herirlo pero entonces él la
golpea, ambos forcejean y el la golpea tan fuerte que la estampa
contra un mueble produciéndole la muerte. Esta tragedia causa gran
dolor en Hermilo, quien sufre terriblemente la pérdida de su madre y
se desahoga al lado de su hermana.
Leoncio negocia con
Martirio la entrega de Abigaíl, la cuál desea hacer suya a como de
lugar. Martirio le dice que eso será después de que Medarda y
Dimitrio se casen. Los Quintero de Icaza se presentan a darle el
pésame y allí mismo, cuando Renato escucha que llaman Abigaíl a
Valentina, asegura que esa mujer es una impostora pues la verdadera
Abigaíl tiene joroba. El pobre Hermilo se aterra y exige a Valentina
que le diga la verdad. Ésta, con llanto le suplica que no le guarde
rencor por haber hecho lo que Martirio y Leoncio le obligaron a
hacer. Hermilo se confude y piensa que tanto él como Abigaíl han
sido victimas de todos y se enfrenta a su padre, al que asegura que
no le perdonará jamás el haberlo engañado.
ENERO
2013. Odín lleva comida a Abigaíl y le informa
de la noticia sobre Angustias. La muchacha sufre por Hermilo y Jovita
le dice que quizás sería bueno acudir a la condesa Doña Gertrudis.
Abigaíl se niega.
Martirio
discute con Dimitrio, quien le dice que ha hecho amistad con Leobardo
y está dispuesto a asociarse con él para hacer negocios. La mujer
se lo prohíbe rotundamente y el ambicioso hijo se revela contra su
madre, a quien exige que le diga de donde conoce a Leobardo y porqué
se niega a recibirlo en casa.
La
Gavilana sufre por su embarazo y al enterarse de la muerte de
Angustias acude a Leoncio, a quien le dice que está embarazada
delante de todos los presentes en el entierro de Angustias. Éste la
manda a echar con Calixto y más tarde se presenta en el burdel,
donde le da dinero para que se deshaga de la criatura que espera y le
exige que se olvide de él.
Almudena
discute con Gertrudis, a quien asegura que esperará hasta que Renato
se case con ella o lo obligará de alguna forma. Gertrudis le exige
que regrese a la capital y desista de insistir en algo que jamás
sucederá pero la muchacha está más que decidida. Habla con su fiel
sirvienta, Belona, a quien exige le de una pócima para matar a la
condesa lentamente pues no permitirá que nadie se interponga en sus
planes.
Abigaíl
se entera de que Hermilo ha descubierto la verdad y llena de
felicidad cree que ahora que todo se sabe él la buscará para
pedirla en matrimonio.
Martirio
exige a Silvestre que se encargue de deshacerse de Leobardo, al que
guarda profundo rencor y del cuál está decidida a vengarse.
Silvestre acude a asesinar al hombre pero éste se defiende y exige
que le diga quién lo ha enviado. Aunque Silvestre calla, Leobardo lo
deja ir y lo sigue hasta el calvario porque da por hecho que ha sido
Martirio quien dio la orden. Se presenta ante ella para enfrentarla,
la besa y está a punto de hacerla suya, llenándola de lujuria, para
después burlarse de ella y decirle que como mujer siempre ha sido
hiel. Ella lo abofetea y así, en paños menores, son descubiertos
por Dimitrio, quien exige que se le diga qué es lo que pasa entre
ellos. Martirio trata de mentir pero Leobardo le dice al muchacho la
verdad confesándole que él es su padre. Tal noticia llena de dolor
tanto a Dimitrio como a Martirio, quien de rodillas pide perdón a su
hijo, quien la desprecia.
Teresita
del Niño Jesús aconseja a Renato que, si en verdad se ha enamorado
de una campesina como Almudena entonces la busque y la pida en
matrimonio antes de que algo grave suceda. Le advierte al hombre
sobre la obsesión y maldad de Almudena. Renato se llena de valor y
decide buscar a la jorobada pero Martirio se la niega y ésta cree
que tanto la condesa como renato pueden arruinar sus planes por lo
que decide liberar a su sobrina, a quien asegura que su sufrimiento
ha terminado pues no estará por más tiempo en la hacienda. Abigaíl
asegura que tiene que hablar con Hermilo pero Martirio, perversa,
solo se burla de ella y en ese momento aparece en aquél oscuro
calabozo Leoncio, lleno de lujuria y obsesión. Martiria le dice a
Abigaíl que la ha entregado a ese hombre, el cuál ha pagado muy
bien por ella. Leoncio se lleva por la fuerza a la muchacha quien
suplica a su tía que no la entregue a él pero Martirio no hace más
que reír de alegría pues por fin se ha deshecho de su sobrina.
Medarda
no se repone de la muerte de su madre ni de las fechorías de su
padre. Dimitrio le pide que se casen lo más pronto posible y
empiecen juntos en el calvario pues él hará todo lo que esté en
sus manos por despojar a su propia madre de todo.
Leobardo
habla con Olinca, a la cuál le dice que ha decidido trabajar para
los Alburquerque solo por estar al lado de su amada Valentina. Eso
entristece a la cortesana, quién está profundamente enamorada de
él. Es Fulgencio quien la ubica asegurándole que alguien como
Leobardo jamás pondría los ojos en alguien como ella.
Renato
se entera por Odín que Abigaíl ha sido entregada a Leoncio por lo
que está dispuesto a salvarla y acude a enfrentarse al hombre.
Leoncio es más fuerte y con ayuda de Calixto hiere a Renato, quien
jura que salvará a Abigaíl de las garras de ese hombre.
Narciso
se revuelca en la cama con la chismosa Adelaida, quien solo habla
pestes de las Alburquerque y los Peñaloza. Narciso, molesta, deja de
darle caricias y decide que lo suyo se ha terminado. Ella le suplica
que no la deje pero él se marcha y en el parque conoce
accidentalmente a Teresita del Niño Jesús, de quien queda
enganchado.
Valentina
y Leobardo tienen un encuentro en el que desatan ardorosa pasión. Él
entonces le confiesa la verdad: Que hace años fue amante de Martirio
y Maria Pía y que es el verdadero padre de Dimitrio. A Valentina se
le destroza el corazón y acude a hablar con su madre, quien le
confirma lo que el hombre le ha dicho asegurando a su hija que
Leobardo es y será siempre suyo, de nadie más. Valentina sufre
terriblemente ante esa circunstancia.
Hermilo
se emborracha en la cantina y allí habla con Renato, a quien
confiesa sentirse terriblemente engañado. Renato le hace ver que su
matrimonio ha sido un engaño, una farsa, por lo que no tiene porqué
seguir al lado de la mujer que no ama. Al llegar a casa, se
lleva una terrible sorpresa al igual que Medarda: Leoncio les anuncia
que muy pronto se volverá a casar y lo hará con la jorobada
Abigaíl. Hermilo exige que se respete la memoria de su madre, la
cuál acaba de fallecer, pero a Leoncio poco le importan las
opiniones de sus hijos.
Jovita
se presenta a hablar con la condesa Doña Gertrudis y con Renato, a
quienes les dice la fechoría que Martirio acaba de cometer. La fiel
sirvienta confiesa estar al tanto del testamento del difunto Domingo
pues ella fue testigo de que el hombre lo cambió en el último
momento, mientras que Gertrudis decide que dejarán pasar un tiempo
mientras ella mueve sus influencias para poder liberar completamente
a Abigaíl de las garras de Leoncio.
Hermilo
habla con Abigaíl y descubre lo hermosa que es a pesar de su cojera.
De pronto descubre a Valentina discutiendo con Leobardo, al que no
desea volver a ver. Hermilo intercede por ella y al defiende. Manda a
echar a Leobardo de sus tierras y da la orden para que lo maten si
insiste en acercarse.
Jovita
se enfrenta a Martirio, a quien asegura saber que Domingo dejó su
estipulado en su testamento que la hacienda y todo lo que le quedaba
sería para su primogénita, Abigaíl. Martirio asegura que no
permitirá que le arrebaten lo que le pertenece y habla con Dimitrio,
a quien dice que si no desea perderlo todo la ayude a deshacerse de
la sirvienta. Citan a la mujer a las afueras del pueblo.
Almudena
comienza a poner veneno en las bebidas de Gertrudis, dispuesta a
asesinarla. Habla con Macarena, a quien dice que Renato se ha
encaprichado con la coja. Macarena promete a Almudena que la ayudará
a casarse con su hijo.
Odín
se pregunta donde estarán sus verdaderos padres y cree que tanto
Martirio como Jovita saben la verdad y cree que es tiempo de que
alguna de las dos se la digan. Sigue a Jovita hasta las afueras del
pueblo donde Martirio y Dimitrio se presentan para acorralarla y
asesinarla a sangre fría, siendo Odín terrible testigo de lo
ocurrido sin que madre e hijo logren darse cuenta de su presencia,
por lo que huyen. Odín trata de pedir ayuda hasta que un carruaje se
detiene pero huye al darse cuenta de que se trata de un asesinato.
Odín es culpado por lo que ha sucedido y cuando Martirio se entera
de que el muchacho lo presenció todo, lo hace parecer culpable y
paga suficiente dinero a las autoridades para que se encarguen de que
pague con todo el peso de la ley. Cuando Abigaíl se entera escapa de
la hacienda de Leoncio y acude a Gertrudis, a quien pide ayuda. Ella
asegura no poder hacer nada y entonces Renato promete a la muchacha
que él la ayudará. Le confiesa estar enamorado de ella y la besa,
siendo descubiertos por Leoncio.
Valentina
llora amargamente por su infelicidad y es sorprendida por Hermilo, a
quien le confiesa que lo único que desea es su libertad. Él le
asegura que el engaño con el que lo hizo su presa para que se casara
con ella tiene un precio y que jamás le dará el divorcio pues su
dignidad está ante todo. Valentina llora y piensa en Leobardo. Jura
que ya nada le importa.
Adelaida
suplica a Narciso que vuelva a ser su amante pero éste la rechaza y
ante las amenazas de ella para acusarlo de deberle mucho dinero, él
la deja en ridículo delante de la plaza del pueblo dejando saber a
todos de sus relaciones con ella, quien se vuelve la burla y
comidilla del pueblo. Teresita del Niño Jesús lo presencia todo y
se desilusiona del hombre, quien se da cuenta de su presencia y le
asegura que se ha enamorado de ella, pero es rechazado.
Gudberta
sufre por su hija, Hipólita, y se lo hace saber a Zacarías, quién
desafortunadamente no puede hacer nada para ayudar a la gavilana,
quien no hace más que deprimirse por el desprecio de Leoncio a pesar
que Olinca y Fulgencio hacen todo lo posible por animarla.
Almudena
no deja de portarse cariñosa con Renato, quien una vez más la
desprecia. Ella le ofrece un menjurje que lo duerme por lo que se
mete en su cama, confundiéndolo. Trata de que él la haga suya pero
el hombre no reacciona. Tanto Belona como Macarena desean que el
menjurje haga efecto para que así él pueda comprometerse con la
ardiente muchacha. Son vistas por Teresita, quien no está de acuerdo
con lo que han hecho y de inmediato se lo hace saber a Antonio, quien
discute con su esposa por los límites a los que ha llegado con tal
de ver casado a su hijo con una mujer a la que no ama. Macarena
asegura que jamás permitirá que Renato se case con una lisiada como
Abigaíl, quien tras escucharla decide abandonar la finca y regresar
al lado de Leoncio, dispuesta a casarse con él aceptando así su
triste destino.
Fulgenico
le propone a la gavilana que para olvidar el pasado se case con él y
ambos formen una familia pero ella, tras burlarse de él por creerlo
un pobre diablo, se niega.
Renato
busca a Abigaíl, a quien suplica que no se case con Leoncio. Ella
cree que ellos dos no podrán ser felices nunca y que lo mejor será
que él se case con Almudena, quien aparece y se porta cariñosa con
Renato, quien la rechaza y le afirma estar perdidamente enamorado de
Abigaíl En ese momento aparecen Leoncio y Calixto y sueltan tiros
amenazantes que ahuyentan a los fuereños. Abigaíl sufre amargamente
pues cree que en realidad lo que siente por Hermilo es solo cariño y
se ha enamorado de Reanto. Se entera de la muerte de Jovita y de la
culpabilidad de Odín, quien asegura ser inocente. Martirio y Leoncio
se las ingenian para que el muchacho se quede en la cárcel.
Leobardo
se desfoga con Olinca, quien se aprovecha de su borrachera para
seducirlo. La mujer asegura que lo hará suyo a como de lugar.
Almudena
asegura que Abigaíl es muy poca cosa como para ser el amor de Renato
en el cuál ella está demasiado interesada. Jura que los separará
así sea lo último que haga. Se entrevista con Leoncio, a quien le
ofrece una fuerte suma de dinero a cambio de que se case con la
jorobada y se la lleve lejos. Leoncio solo se burla de la muchacha.
Fermín
fija la fecha de su boda con Priscila, la cuál llora amargamente por
la apatía de Hermilo hacia ella y Valentina y el futuro que le
espera al lado de un hombre al que no ama.
Gudberta
le aconseja a la Gavilana que haga algo contra Leoncio para ganar un
poco de dinero pero la mujer no desea hacerlo pues cree que hablando
con Hermilo se solucionará todo. Lo hace y le pide ayuda
asegurándole que el hijo que ella espera será su medio hermano.
Hermilo la rechaza pues guarda absoluto respeto a la memoria de su
madre.
Ante
la insistencia de Macarena, Renato y Almudena montan a caballo juntos
y ella lo lleva hasta una laguna donde se le desnuda dispuesta a
entregarse a él, quien la rechaza y le pide que no siga tratando de
seducirlo, despertando sorpresa en Teresita del Niño Jesús, quién
le jura a su hermano que si insiste en hacer la voluntad de sus
padres y olvidarse de Abigaíl se arrepentirá por siempre.
Abigaíl
llora amargamente en el campo y Odín, quien ha escapado de la
cárcel, le seca las lágrimas, angustiado, sin en cambio le asegura
a la infeliz jorobada que al casarse con Leoncio estará cerca de
Hermilo para adorarlo. Abigaíl asegura que ahora más que nunca está
segura de no amar a Hermilo, si no a Renato, a quien Odín acude para
pedirle ayuda siendo protegido a partir de ahora de la condesa De
Demarín, doña Gertrudis, a quien el muchacho cuenta la verdad sobre
la muerte de Jovita.
Medarda
y Dimitrio se casan. Martirio se siente feliz pues por fin la fortuna
de Leoncio será para ella y sus hijos. Se siente incompleta a pesar
de ello pues sus hijas están atadas a los hombres que ella siempre
quiso: Ignácio (Leobardo) y Leoncio.
Renato
discute con Almudena y defiende a Abigaíl de sus intrigas, por lo
que le pide que no vuelva a mencionar nada sobre ella. Gertrudis
apoya a su sobrino y eso ocasiona una discusión con Macarena, a
quien la condesa pone en su lugar y le recuerda que en su familia
siempre se ha hecho su voluntad y eso no dejará de suceder. Asegura
que Almudena jamás se casará con su sobrino Renato. Repentinamente
la condesa se siente mal y va a dar a la cama. Almudena insiste en
que sea su sirvienta, Belona, quien se encargue de curar a la
mujer. En el fondo aconseja a la criada para que de muerte fulminante
a la condesa, quien clandestinamente envía a Odín a buscar a un
médico, quien acude a ella y le asegura que está siendo envenenada.
Gertrudis decide no dar parte a las autoridades y sospecha de quién
pueda tratarse por lo que decide tomar cartas en el asunto.
Olinca y Gudberta le hacen ver a la Gavilana que el mor que Fulgencio le ofrece es sincero y debería corresponderle pues debido a su fama de furcia nadie más que él estará dispuesto a ofrecerle una vida digna, lejos de los burdeles y su comportamiento de ramera.
Valentina
le suplica a Leoncio que no se case con Abigaíl a la cuál solamente
hará sufrir. El hombre le pide a su nuera que no interfiera en su
vida pero ella asegura tener motivos muy poderosos para hacerlo y le
dice que ahora que Medarda y Dimitrio se han casado y que todos los
Alburquerque y los Torrealba estén unidos, a él no le quedará más
remedio que compartir su fortuna con ellos, que están en la ruina.
Narciso
penetra en la finca de los Quintero de Icaza para ver a Teresita del
Niño Jesús siendo sorprendido por el severo Antonio, a quien
confiesa estar interesado en su hija y querer casarse con ella.
Leoncio lo echa de su casa asegurándole que su pequeña y viuda hija
jamás volverá a casarse y menos con un muerto de hambre como él.
Fulgencio
confiesa a Gudberta estar enamorado de la Gavilana y quererse casar
con ella si como reconocer al hijo que ésta espera.
Adelaida
se siente terriblemente mal por el desprecio de Narciso y las
habladurías en el pueblo. Visita a Martirio, con quien se desahoga y
de quien solo recibe palabras sarcásticas e hirientes.
La
policía busca a Odín en la finca de los Quintero de Icaza pues
Almudena lo ha delatado. Renato y Gertrudis interceden por el
muchacho y exigen a la justicia que hagan una investigación sobre el
asesinato de Jovita a Martirio y Dimitrio.
Hermilo
le suplica a su padre que nos e case con Almudena pero Leoncio está
completamente decidido y asegura estar ciegamente enamorado de ella,
aunque sea una jorobada.
Pasan
dos meses y Dimitrio y Medarda regresan de su viaje de bodas en el
extranjero, del cuál ella ha quedado exhausta por lo que su regreso
es fatal ya que enferma de gravedad alertando a su familia. Eso no
impide que Leoncio y Abigaíl se vayan a casar ese fin de semana.
Valentina
y Almudena tienen un enfrentamiento en la calle. En venganza,
Almudena acude a Hermilo y le dice que su mujer lo engaña con otro.
Hermilo no cree en las palabras de la intrigosa mujer, a quien pide
que se retire. Discute con Valentina, quien le asegura que jamás ha
vuelto a poner los ojos en Leobardo y nunca más querrá nada con él.
Leobardo
se revuelca con Martirio, a la que pide que se casen seguro de que
ese será un buen negocio para él. Ella le dice que lo hará y
compartirá con él la mitad de todos sus bienes con la condición de
que asesine a Leoncio en cuanto éste se case con Abigaíl. Se besan
y Valentina los descubre. Llora amargamente y culpa a su madre de
todo el calvario que ha vivido.
Teresita
del Niño Jesús y Narciso tienen encuentros a escondidas pues se han
enamorado. A Ella acude Adelaida, quien con llanto le suplica que
desista de enamorar al muchacho pues es joven y puede enamorar a
quien quiera, en cambio ella ya es vieja y segura está de que si él
no la sigue amando, nadie más la mirará como mujer. Teresita del
Niño Jesús se siente en una encrucijada.
Renato
tiene un encuentro con Abigaíl. La besa apasionadamente y le suplica
que no se case y que huya con él, pues si ambos están juntos nada
podrá separarlos. Ella le muestra con desnudez la joroba que tiene y
él le promete que la llevará a Europa, donde existen grandes
médicos que pueden sanar su malformación. La besa lleno de pasión
y ella le corresponde confirmando estar perdidamente enamorada de él.
Hermilo los ve a lo lejos y llora ante la escena. Cree estar en deuda
con la muchacha y jura que la ayudará a ser feliz. Ella decide
romper su compromiso con Leoncio, quien le advierte que si lo
desprecia no solo matará a Renato, si no también a sus hermanos y
su tía. Por proteger a Dimitrio y Valentina la paobre jorobada
decide que se casará con el hombre.
El
día de la boda entre Abigaíl y Leoncio llega y él invita a todo el
pueblo a ser participe de lo que el llama, la boda más grande que
haya habido antes en toda la región. Ella se siente nerviosa pues
sabe que algo terrible acontecerá ese día.
Yves
llega desde Francia para visitar a su gran amigo Renato, quien le
cuenta de su pena de amores y de cómo su relación con Almudena
empeoró. Yves se topa accidentalmente con Valentina y de inmediato
queda prendida a ella.
Silvestre
cuenta a Leobardo las fechorías que ha cometido por ordenes de su
patrona desde que ésta llegó a El Calvario. Leobardo mal aconseja
al criado, quien extrosiona a Martirio pues desea que ésta le de
mucho dinero para que calle todos los crímenes que ha cometido. Ella
se niega y el hombre se pone violento. Es Dimitrio quien defiende a
su madre y echa a Silvestre de la hacienda. Cuando descubre que
Leobardo vive en el calvario y se casará con Martirio, el muchacho
estalla y entonces nace en él un desprecio hacia su madre, quien le
exige que al entienda y comprenda que Ignacio ha sido el gran amor de
su vida, su padre, y que ahora pueden tener una familia. Dimitrio le
recuerda a su madre que ese hombre fue amante de Valentina, su hija.
Defraudado, Dimitrio cuenta todo a Valentina, quien le dice que ya lo
sabía y que es por ello que ha decidido alejarse definitivamente de
su madre.
FEBRERO
2013. Almudena insiste a Gertrudis para que tome
una bebida que le ha preparado con cariño. Delante de toda la
familia, Gertrudis asegura que Almudena la ha querido envenenar desde
hace mucho tiempo. Echa a la muchacha de su finca con todo y su
criada, Belona, exigiendo que jamás vuelvan a acercarse a ella, a
pesar de que Macarena intercede por la muchacha. Este suceso hace que
Renato desprecie todavía más a Almudena, a quien exige que nunca lo
vuelva a buscar y toma una decisión aconsejado por Yves, quien es
gran médico y dio el diagnostico final a Gertrudis: Robarse a
Abigaíl aunque sea el día de su boda.
Abigaíl
luce hermosa con su vestido de novia, mas el pueblo hace comentarios
sobre su joroba y lo ridículo que luce Leoncio al casarse con ella,
cosa que a ella le incomoda. Valentina le pide que desista de casarse
y deje atrás el miedo y el orgullo y acepte irse con Renato pero la
muchacha insiste en que se casará.
Zacarías
se niega a casar a Leoncio y Abigaíl pues cree que esa boda no debe
llevarse a cabo. Leoncio lo amenaza con una pistola y le asegura que
si no los casa, lo matará. Zacarías, valiente y desafiante, le
responde que si lo mata, no habrá padre en toda la región que pueda
ni quiera casarlo, por lo que está perdido. Ante las suplicas de
Abigaíl, su boda con Leoncio comienza a realizarse a pesar de que
Renato desea detenerla, mas Valentina le pide que no lo haga si no
quiere arrepentirse. Renato llora de frustración, pues está
enamorado de Abigaíl y no desea perderla. Leoncio acepta por esposa
a Abigaíl pero ella a él no y grita a los cuatro vientos que él la
quiere obligar bajo amenazas, en acuerdo con Martirio.
Abigaíl grita ante
todo el pueblo que su tía Martirio y el malvado Leoncio obligaron a Valentina a casarse
con Hermilo, haciéndola pasar por la verdadera Almudena y que son
tan viles que Dimitrio se casó con Medarda para heredarla cuando
muera y así Martirio pueda poseer por medio de sus hijos y de ella,
su sobrina, la fortuna de Leoncio Torrealba. Martirio se indigna y
asegura que eso no es verdad pero aparece Gertrudis y le dice que sí
es verdad y que ella tiene las pruebas de su ambición. Valentina
apoya las palabras de su hermana y enfrenta a su madre, a la que
grita a la cara cuánto la desprecia por haberle arrebatado al hombre
que ama, haciéndola quedar como una cualquiera. Abigaíl decide
salir corriendo de la iglesia pero es alcanzada por Leoncio, quien,
con pistola en mano, la lleva hasta el altar, donde le apunta a la
cabeza amenazando con matarla si el padre Zacarías no los casa. La
ceremonia se realiza. Abigaíl, llena de lágrimas, de odio, de
frustración, acepta ser la esposa del hombre, quien tras casarse le
asegura que si con su tía Martirio vivió un calvario, con él sabrá
lo que es el infierno.
La
Gavilana se siente destrozada por lo que Leoncio le ha hecho y porque
éste ha decidido casarse con una jorobada antes que con ella por lo
que decide ir a impedir su boda. Se entera de lo que ha sucedido pues
en todo el pueblo se esparce el chisme.
En
casa, Leoncio golpea cruelmente a Abigaíl por la vergüenza que le
ha hecho pasar frente a todo el pueblo. Hermilo no soporta el
escuchar los golpes que el hombre arremete contra la muchacha por lo
que intercede y la defiende, enfrentándose así a su propio padre,
quien le apunta con una pistola y lo amenaza. Los dos hombres
forcejean y el arma se dispara. Es Hermilo quien pierde la vida en
ese combate. Priscila llora amargamente contando con las presencias
de Valentina, Medarda y Dimitrio, quienes se encuentran en shock por
lo sucedido. Fermin exige que no digan qué es lo que ha sucedido o
correrán todos con la misma suerte. Pide a Calixto que lo ayude y
envuelven el cuerpo de Hermilo, el cuál tiran sobre una carretera
por lo que todo parece haber sido un accidente. Cuando la policía
encuentra el cuerpo y da aviso al hombre, éste llora amargamente por
la muerte de su hijo. Todos en la hacienda no pueden creer hasta
donde es capaz de llegar Leoncio Torrealba.
Renato
se emborracha en la cantina con Yves, quien le asegura que fue un
cobarde al no robarse a Abigaíl. Renato no responde nada. Solo se
emborracha y decide torear. Sufre un accidente al enfrentarse a un
toro, alarmando a sus padres.
Todo
el pueblo acude al entierro de Hermilo, a quien Abigaíl llora como
si ella fuera la viuda. La situación incomoda a Leoncio, a quien la
condesa asegura que si no deja a Abigaíl en libertad entonces se las
verá con ella. Leoncio asegura no tenerle miedo y planea con Calixto
matar a la mujer.
Martirio
descubre que Ignácio la ha abandonado y se ha ido con todas sus
cosas de valor. Estalla en furia, llora de frustración y exige a
Silvestre que busque a ese bandido y le arranque al vida. Le ofrece
muchas monedas pero esta vez el criado no desea que se le pague con
dinero por lo que abusa sexualmente de su patrona, de la que jura
siempre ha estado enamorado. La mujer acude al padre Zacarías, ante
el cuál llora por su dolor. Zacarías, con perdón de Dios, maldice
a la mujer por lo que ha hecho con sus hijos y su sobrina, ¡su
propia sangre! y le asegura que Dios la castigará tan severamente,
que la condenará a vivir en un infierno lleno de arrepentimientos
que no podrán ser perdonados.
Macarena
desea irse del pueblo y pide a Renato que él la acompañe pero él
está decidido a hacer vida en el lugar. Antonio pide a su esposa que
sean ellos los que se marchen pero la mujer no cede pues teme a que
si se vaya su hijo pueda cometer una locura alcahueteado por su tía
Gertrudis.
Leoncio
se alcoholiza y visita a La gavilana, a la cuál trata de besar. Ella
se burla de él y le asegura que no está dispuesta a seguir siendo
su paño de lágrimas ni su peor es nada. Lo corre de su prostíbulo
y le exige que no vuelva jamás. Gudberta le exige a Leoncio que le
responda a Hipólita como hombre en vez de estar encaprichándose con
inocentes que podrían ser su hija. El hombre sale huyendo del
birdel, atormentado. Siente que el pueblo se ha volcado en contra
suya.
Valentina
habla con Abigaíl y le dice que ahora deben estar más unidas que
nunca. Abigaíl llora amargamente asegurando estar perdidamente
enamorada de Renato. Valentina le promete que ella la ayudará.
Llena
de rencor, Almudena hace tratos con unos maleantes, a quienes ofrece
grandes cantidades de dinero a cambio de que secuestren a Abigaíl y
se la lleven lejos, donde puedan darle muerte.
Gertrudis
exige a Renato que deje de comportarse como un chiquillo y enfrente
su realidad. Le dice que tiene los documentos necesarios para
demostrar quién es Abigaíl y quién es Martirio, así como para
hacer pagar a Leoncio Torrealba por todas sus fechorías.
Leobardo
le confiesa a Fulgencio el seguir amando a Valentina, a la que busca
para que hablen y huyan juntos. Ella lo rechaza y él se pone
insistente. Son descubiertos por Dimitrio, quien con golpes se
enfrenta a su propio padre, al que le exige que se marche lejos y se
aparte de su hermana. Leobardo se marcha y encuentra la muerte al ser
sorprendido por Silvestre, quien lo asesina golpeándolo en la cabeza
con una piedra.
Medarda
les pide a Priscila y Silvana que estén alertas porque en las
azucenas siempre han sucedido cosas extrañas causadas por Fermín.
Gudelia les suplica que se cuiden y se protejan la una a la otra.
Terriblemente
enfurecido por el rechazo de la Gavilana, Leoncio, en complicidad con
Calixto, incendia en burdel, dejando así a la infeliz prostituta en
la calle.
Leoncio
se queja con Martirio de las actitudes de su hija y sobrina. L amujer
le propone que la deje vivir con ellos para poder controlarlas pero
el hombre se niega. Martirio entonces se da cuenta de que se ha
quedado completamente sola por lo que considera que puede irse al
extranjero un tiempo y así olvidarse por completo de todo. Hace
maletas pero es interrumpida por la policía pues tiene una gran
acusación por su enriquecimiento ilícito con fraudes y trampas.
Ella exige que le digan qué es lo que sucede y entonces aparecen
Renato y Gertrudis, quienes le demuestran tener pruebas de que ella
ha negado a Abigaíl tanto la herencia de su padre como de su abuelo.
Martirio, alterada, grita que ella tiene más derecho pues fue la
viuda y la hija legítima. Gertrudis le asegura que quizás la viuda
sí, pero la hija legítima no ya que ella no era hija de Efigenio
Curiel. Gertrudis entonces cuenta la historia de Martirio, quien fue
la hija bastarda de un noble extranjero y una indígena que trabajó
como criada en la casa de los Curiel y que allí la abandonó por lo
que el matrimonio la adoptó como propia. Martirio no puede creer lo
que escucha y se trastorna terriblemente maldiciendo a Maria Pía y
Abigaíl por haberle arrebatado siempre todo cuanto quiso. La pobre
Martirio va a dar a la cárcel. Ante lo sucedido, Silvestre trata de
huir pero la condesa ordena que se le detenga.
Almudena
se encuentra con Teresita del Niño Jesús en la iglesia y solo se burla
de ella por el amorío que tiene con Narciso. Teresita trata de
ignorar a su antigua amiga pero Almudena es venenosa y no hace más
que molestarla. Teresita entonces la pone en su lugar verbalmente,
acrecentando aún más la amargura de la muchacha.
Llena
de dolor por su pérdida del burdel, La Gavilana termina por aceptar
a Fulgenico, quien l emuestra sus ahorros y la lleva a su casa, donde
le dice que él levantará el burdel pero ahora lo convertirá en una
carpa. Olinca los interrumpe, aterrada, diciéndoles que Leobardo
está muerto y ha sido asesinado.
Yves
le dice a Renato que ha decidido quedarse en el pueblo pues está
perdidamente enamorado de Valentina, la cuál ahora necesita de su
compañía y a la cuál quiere enamorar. Entre Valentina y el francés
comienza una relación amistosa.
Leoncio
se entera de que Martirio ha sido enviada a prisión por lo que acude
a Olinca, a la que pide que le haga un enorme favor a cambio de mucho
dinero. En casa el mal hombre habla con Calixto sobre los crímenes
que han cometido. Ninguno se da cuenta que Medarda, aterrada, los
escucha.
Valentina
y Dimitrio sufren al saber a Martirio tras las rejas. La mujer habla
con ellos y les exige que destruyan a Abigaíl, que la maten, pues
solamente así pueden quedarse con todo lo que siempre les ha
pertenecido. Los entristecidos hijos de la mujer lloran con ella y
Valentina es quien se niega a hacer lo que su madre le pide segura de
que Abigaíl ha sufrido durante muchos años sin tener la culpa de
los rencores de martirio, por lo que considera que es tiempo de que
la muchacha sea feliz y haga su vida. En casa, Dimitrio ruega a su
hermana que no sea tonta pues pueden quedarse en la calle. Valentina
le recuerda que él se casó con una deshauciada que tarde o temprano
lo heredará, tal como lo planeó con su madre. Medarda, gravemente
enferma, los escucha y decide que llegó el momento de actuar, por lo
que acude a la comisaría y confiesa los crímenes de su padre contra
Hermilo, Angustias y el burdel.
El
padre Zacarías visita a Eloísa, quien en prisión se ha enfermado
gravemente. El sacerdote le pide a la mujer que se arrepienta de todo
el mal que ha hecho y ésta asegura que lo único de lo que se
arrepiente es de no haber matado a Abigaíl igual que lo hizo con
Maria Pía. El sacerdote se aterra con las confesiones de Martirio.
Odín
se sigue preguntando quienes son sus padres y cree que nunca lo sabrá
pues nadie los conoció. No sospecha que alguien en el pueblo sabe
esa verdad.
Renato
visita a Zacarías y le cuenta sobre la confusión que siente por sus
sentimientos hacia Abigaíl. El padre le aconseja que hable con ella
y que escuche a su corazón y asegura no culparlo, pues ha sido una
víctima más de las infamias de Martirio y Leoncio, quien es
perseguido por la policía y decide huir llevándose a Abigaíl con
él, por la fuerza. Cuando se entera, Renato decide ir a buscar a su
amada en compañía de Dimitrio, Yves y Antonio, quien discute con
Macarena y decide que apoyará a su hijo en todo cuanto éste le
pida. No logran encontrarla hasta que escuchan sus gritos, pues
Leoncio se ha escondido en una pequeña cabaña que Olinca posee en
las montañas. Trata de abusar de Abigaíl pero de inmediato Renato
acude a defender a su amada. Hay forcejeos y cuando Leoncio está a
punto de matar a Renato, Antonio se interpone y es él quien recibe
la herida de bala, muriendo no sin antes pedir a su hijo que sea
feliz con la mujer que ama. Ya sin Abigaíl, Leoncio huye con
Calixto, quien está herido. Los dos se refugian en un lugar
apartado. Calixto está gravemente herido y, seguro de que no puede
seguir con él, Leoncio le pide perdón y le arrebata la vida de un
balazo.
Adelaida padece una soledad terrible que la consume lentamente. Recibe la visita de la condesa De
Demarín, quien le ofrece ser su acompañante a la corte en su
próxima visita a España, donde seguro podrá conocer demasiados
hombres que se interesarían en una mujer como ella. Adelaida no sabe
como agradecer lo que la Condesa está haciendo por ella a cambio de
que deje en paz a Narciso para que éste se case con Teresita del
Niño Jesús.
Martirio
suplica a Dimitrio que la ayude y lleve veneno a Silvestre para que
éste muera y no confiese en su contra. Es demasiado tarde pues el
criado ha confesado todo. Aun así Dimitrio habla con él y le hace
saber cuál será su destino: La horca.
Abigaíl
toma posesión de su hacienda y todo lo que le corresponde en
compañía de Renato, valentina y Gertrudis, quienes le aseguran que
ahora sí comenzará a vivir como siempre ha merecido. Se entera que
Martirio será ejecutada públicamente junto a Silvestre por los
crímenes que ha cometido. Acude a visitarla en el calabozo donde se
encuentra presa. Allí Martirio le grita cuanto la odia y la
desprecia así como le confiesa que ella asesinó a Maria Pía para
poder quitarle a su marido, Domingo, al cuál también envenenó
lentamente para arrebatarle todo cuanto poseía. Abigaíl llora y
asegura a su tía que a pesar de todo la quiere y que de corazón la
perdona. Martirio no hace más que maldecirla. Al quedarse sola, se
da cuenta de que Abigaíl le ha llevado en un canasto pan, frutos,
una navaja y una cuerda. La mujer llora amargamente y toma la
decisión de suicidarse para no ser ridiculizada en público.
Valentina y Dimitrio sufren por la pérdida y no logran comprender
como su madre pudo vivir llena de dolor.
Almudena
tiene un encuentro con Leoncio, a quien ofrece ayudar a cambio de que
asesinen a Abigaíl para que ésta no se case con Renato. Los dos
llegan a un acuerdo en el que ambos salen ganando.
Silvestre
es ejecutado en la plaza, acusado de varios crímenes. Dimitrio y
Valentina están presentes y al escuchar el nombre de su madre
sienten una terrible vergüenza así como reciben el repudio de todo
el pueblo.
Al
paso de unos días, Medarda muere llenando de dolor a Dimitrio, quien
asegura que aunque se casó por ambición llegó a querer a su
esposa. Valentina no sabe qué hacer pues ahora que Medarda ha muerto
y se ha descubierto que no poseía nada, tanto ella como su hermano
se encuentran desamparados.
Renato
le pide a Abigaíl que se case con él. Ella acepta. Yves la checa y
le hace saber que su mal formación no es una joroba, si no algo
singular que con una operación puede extraerse. Le propone a la
muchacha que acuda a Francia, con unos colegas que tiene y que
seguramente la pueden ayudar.
Macarena
no se repone por la perdida de Antonio y cree que es Abigaíl la
única culpable de su desgracia. Gertrudis le exige que deje de
pensar tonterías y mejor se encargue de acercarse a su hijo, de
aceptar sus gustos, sus pasiones, en vez de volverse su enemiga.
Abigaíl
promete a sus hermanos que ella los ayudará y les pide que
permanezcan en el calvario mientras ella viaja por Europa, a donde
acude para someterse a un tratamiento y una operación para perder la
joroba. Allí se reúne con la condesa Gertrudis y con Adelaida,
quien solo se encarga de llevar y traer chismes por España sin
conseguir que un hombre ponga los ojos en ella. Todos regresan al
paso de unos meses, cuando Abigaíl se ha recuperado y se ha
transformado en una muchacha fina, con ropas elegantes dignas de
ella. Todos en el pueblo se alegran con su llegada, principalmente
Odín, quien enfrenta a Adelaida, la cuál es su verdadera madre. La
mujer no puede creerlo y reconoce que en su juventud tuvo un mal paso
pero que sus padres regalaron a su crío. Aparece Gudberta, quien
asegura que ella siempre supo la verdad. Gertrudis asegura a Adelaida
que quizás sea en su hijo en donde encuentre el verdadero amor que
tanto ha estado buscando.
Abigaíl
es aceptada por Macarena, quien le dice que quizás no pueda ser su
amiga pero sí como la madre que perdió siendo una chiquilla. Las
dos se dan un fuerte abrazo llenando de alegría a Renato. Los dos
novios se preparan para su boda, en la que él se viste de torero
para la ocasión sin sospechar que Leoncio y Almudena planean algo
para impedir esa boda pero Almudena descubre que el hombre la desea
traicionar y que ha planeado matarla para después matar a Renato y
robarse a la jorobada por lo que ella consigue dinamita y la esparce
por la cabaña en que los dos se refugian. Cuando Leoncio llega no se
percata del dolor y al intentar apagar su cigarrillo lo arroja al
suelo y de inmediato la cabaña estalla por lo que él pierde la vida
mientras que Almudena escapa. Abigaíl se entera de lo ocurrido y de
que por ser su viuda y único pariente cercano ha heredado
absolutamente todo lo perteneciente a los Torrealba. Ella decide que
esa herencia quedará en manos de sus hermanos, dividida en dos, a
quienes regala todo para que lo trabajen y tengan un patrimonio.
Zacarías le dice que siendo así la puede casar nuevamente por la
iglesia.
Al
paso del tiempo, Teresita del Niño Jesús se casa con Narciso, con
quien es feliz por el resto de su vida.
El
hijo de la Gavilana nace y ésta se retira de la vida galante
formando una linda familia con Fulgencio, quien reabre el prostíbulo
ahora como una carpa que se vuelve el centro de diversión de todo
Cielo Abierto.
Olinca
inaugura el nuevo tugurio en donde los hombres de Cielo Abierto.
Gertrudis
deja la finca para regresar a la capital, donde tiene demasiados
asuntos qué atender.
Adelaida
y Odín son felices juntos y ella cree que en el fondo los muchachos
con los que mantuvo relaciones fueron ese hijo que siempre estuvo
buscando.
Valentina
e Yves deciden formalizar y ella lo acompaña a Francia, lugar en el
que planean vivir en cuanto se casen.
Dentro
de un enorme festejo taurino, en el que Renato comienza una tradición
faena en Cielo Abierto, El día de su boda con Abigaíl llega.
Almudena acude a presenciarla intentando impedirla con un arma de
fuego pero desiste pues no desea convertirse en una criminal. Llora
amargamente y es consolada por Dimitrio, quien la encuentra demasiado
bella. Ella le pide que la lleve lejos y ambos, cegados por el amor a
primera vista, huyen lejos, mientras que Abigaíl y Renato se casan y
se dan un fuerte beso de amor para ser felices para siempre.
Fin
©
LA PROPIA SANGRE DR. 2012
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(R)
& (P) 2012